domingo, 25 de diciembre de 2011

Al salir de clase.

















Y ya no rugirán las tizas en el aula y las luces encendidas quedarán destartaladas por la ausencia. Las risas borrosas habitarán en la memoria y aquellos momentos que marcaron nuestra historia, no encontrarán jamás el olvido.
Las mesas, más viejas y raídas que nunca, anhelaran cuerpos que las ocupen, que las llenen de vitalidad y sudor. De chismorreos y despiste.
Sagaces, las sillas se volverán a esconder tras los pupitres, hipócritas en su existencia.
El azul no volverá a ocupar la palestra y los versos y los planos ya no tendrán lugar ni espacio temporal. No existirán en días de la semana, como si el alma de una idea hubiese muerto pero, su huella imborrable, aún quemara en las asfaltadas mentes de tan diferentes calibres.
Las verdades recibidas serán rememoradas, los gestos, las anécdotas, las miradas, incluso el encontador nerviosismo de uno de los amantes del Pasado.
Dinamismo e incertidumbre serán obligados a morir en el interior del aula.
Vacío y  Desastre, liderarán la sala.
Y después de todo, solo fue un rato de esta marea que se mece y se descuelga, calándome las primaveras. De esas, de las que siempre me hablabas, aún si darte cuenta.

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