jueves, 3 de noviembre de 2011

No me intimidas...





No me intimidas. 
Tus ojos marrones te delatan a más de mil kilómetros de distancia,
allá en tu perdida Irlanda. Símbolo de lo que eres ahora.
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Y aunque es cierto que yo nunca he sabido venderme bien,
 tú tampoco lo has querido. 
Prefieres jugar al azar y hacer que todo esto sea el descuido de aquel maldito hado, 
del réprobo destino.
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Hazte el loco,
 que me encanta saber que estás obsesionado por mostrar lo que es como si no lo fuera.  
Estás muerto de miedo. Eso también me gusta. 
Temblemos, pues. 
Que al final terminaremos dándonos calor para dejar de tiritar y tú lo sabes. 
Porque el frío no es solo hielo, también se llama ausencia, incertidumbre y duda.
Y las mías, insomnio constante, son el doble de las tuyas.
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La mala vida que me das te la cobraré algún día en noches para quedarme dormida en tus sueños,
sombras para asegurarme de que soy la única de tus fantasías.
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No me intimidas. 
Solo me intimida el miedo a estorbarte un día de éstos, 
en los que la conversación se vuelva insípida 
y los besos estén de más.
A que tus palabras no resuenen en mis sienes
 como recién clavadas desde tu boca, 
porque se te haya olvidado nuestro amasijo de secretos inconexos,
aquello que inventamos para poder hablarnos,
siendo almas recíprocas,
 con nuestra lengua oficial.
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Me da miedo que olvides que soy tu salida de emergencia ante un inminente apagón. 
Qué no te gusten las magnolias.
 Ellas son muy exigentes y aman el misterio.
 Son tan tercas como yo.
Se parecen a nosotros esperando nuestro tren.
A ver si pasa.
Pero el andén está inundado.
 Aún no se puede atravesar.
 No tropieces con sus charcos que caeremos  a la vía.
Estoy segura que el revisor mirará celoso mi billete.
 Quizá para entonces ya lo habré perdido y no me deje volver a subir.  
Cogeré el próximo tren sola,
 pero entonces no tendrá sentido
y será cuando te grite que
 yo solo quería viajar metida en tu chaqueta,
 escondida en un bolsillo,
 camuflada en tu cartera,
 junto a mi foto carné que desde el principio fue tuya.
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No quiero adelantarme al desastre. 
Fuera fantasmas. 
Soñaré con un buen viaje,
 muy falto de despedidas.
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Esperemos en un banco y así
 juego a sostenerte la mirada, 
aunque sea un rato, 
el más corto de mi vida,
lo necesario
para que seas consciente
de que no me intimidas...



 

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