"Este libro más tuyo, aunque lleve mi daño o las horas enfermas en los
bares perdidos, y he perdido en los trenes, de Noviembre a Noviembre"
No creo que sea cuestión de que
la gente te oiga, sino de que te escuche.
Y el problema es que la gente de este siglo no sabe hacer eso, la mayoría. No
ha acostumbrado el oído al murmullo de sentimientos que mece una guitarra,
regalando acordes. Las personas están ofuscadas en un tremendo barullo de
gritos y de consejos aprendidos que rechazan antes de que nadie los pronuncie.
Te escuché por primera vez hace
un año, aproximadamente. Hace unos meses, en Ítaca, te vi en directo y te escuché más y mejor. Creo en tu idea
de “Conexión”, en tu concepto de la
suerte, de la vida, y creo, por supuesto, en tu teoría de la Isla. Las Islas. Esas islas que nos alejan por un
segundo del mundo y nos llevan a ese sitio tan nuestro donde nadie nos juzga,
donde sólo estás tú y alguien, un alguien que te hace la vida llevadera,
alguien del que puede estés enamorado o puede que no, alguien sea poco o mucho,
te oxigena.
Las conexiones, las islas, el
temblar de las miradas y las manos,
el postor de unas piernas, el eco de los tiempos que pasan y que
llegan, en esta vorágine de locura y
sentimiento que algunos llevamos por norma en los bolsillos de la piel. La
noción de que un corazón no puede
medirse en base a los corazones que dejó en el camino sangrando a borbotones, los noviembres cargados de lluvia e
historias que parece que el agua arrastró olvidando una parte. Eso que esconden
las entretelas semitransparentes de
una aventura, de un cuerpo. Las afonías ingrávidas
y la verdad de que la vida es toda una
canción. Este párrafo, en verdad, lo has escrito tú, yo solo escuchaba.
Crea que la vida, al ser esa
canción íntima e individual, de cada uno, siempre puede mejorar. Pues, como
todo, hay canciones mejores y otras horribles. Hay canciones que tocan algo,
bien adentro y otras que hacen vomitar. Y es por eso, que las personas deberían
mejorar, día a día su creación, hasta hacerla mejor que la primera y la anterior
versión, hasta lograr encontrar su melodía, su letra, su conjunto adecuado. Yo
lo intento. Sé que tú también. Esa guitarra que parece tu apéndice lo lleva
grabado a base de rasgueos.
Y tú, acertado, te preguntarás,
qué narices me está intentando decir esta mujer. Pues esta pesada que escribe
solo te quiere recordar algo, que seguro no olvidaste nunca del todo. Sigue
emocionando con tu emoción por la música. Sigue hablando de esas islas que poca
gente visita y de los ecos que poca gente escucha.
Cuando el suelo está mojado, el
sol se refleja mejor. Un grandísimo abrazo.
PD: En Murcia, debería haber un
metro.
1 comentarios:
:-) Siempre he pensado que Fran acaricia las cuerdas de la guitarra como se debería acariciar también a las personas. Es la única explicación que le encuentro a la magia que hay en todas sus canciones.
Muy grande, más bien enorme, como bien lo describes en el título.
Un tipo que consigue con sus "nananás" que dos horas de concierto se te pasen en un suspiro.
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