La niña chica
se despierta y grita con lágrimas de cristal,
los dolores la corroen
y no para de llorar.
Y su madre,
que la adora,
con prisa la va a arropar
y cantándole la duerme
sin parar de acariciar
sus sonrosadas mejillas,
sus manos y su temblar.
La niña vuelve a gritar.
La madre que sigue atenta
ya la vuelve a consolar,
a lo largo de la noche
a su vera quedará
tranquilizando a la niña
con su gran enfermedad
y sollozando en silencio,
no se vaya a despertar...
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