A lo largo de mi vida no había sentido jamás esa sensación tan desagradable en el estómago. No es hambre ni amor. Es pura ansiedad. La ansiedad me está desgastando poco a poco y me va corroyendo las entrañas. No me deja dormir, no me deja pensar, no me deja actuar con claridad y sensatez, me irrita, me hace vulnerable, sensible y torpe, me hace sentir pasiva en un mundo de activos, un cadáver en un mundo de vivos. Me hace sentir que estoy en todos lados pero que no soy en ninguna parte. Me hace sentirme vacía.
Y es que es esa palabra. Vacío. Justamente es esa sensación la que no se despega de mí. Y es que es muy desagradable eso de salir a la calle, hablar con gente, estar rodeada de personas y estar totalmente ausente. Las cosas que te cuentan ya no te interesan lo más mínimo. Las bromas apenas te hacen gracia y si sonríes es por compromiso, no por que lo sientes realmente. Te importa una maldita mierda lo que te cuentan, lo que está pasando en no sé donde, la ultima película que ponen en el cine, cómo va el Barcelona en la liga y que canción está sonando en el bar justamente en ese momento. Esas cosas antes te gustaban. Te servían de distracción. Te divertían. Te hacían feliz. Estoy harta de salir a la calle y mirar a todos lados y no VER nada. Estoy tan cansada de no estar motivada por nada ni por nadie. Estoy triste. Ojalá sea una maldita racha. Ojalá pase pronto. Ojalá alguien pueda ayudarme a superar el vacío, a no caer en él, no más de lo que ya he caído, y consiga, por primera vez en mucho tiempo, sacarme una sonrisa, una sonrisa de esas de verdad, de las que parpadean.
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