jueves, 9 de febrero de 2012

Al enorme Fran Fernández.



"Este libro más tuyo, aunque lleve mi daño o las horas enfermas en los bares perdidos, y he perdido en los trenes, de Noviembre a Noviembre"

No creo que sea cuestión de que la gente te oiga, sino de que te escuche. Y el problema es que la gente de este siglo no sabe hacer eso, la mayoría. No ha acostumbrado el oído al murmullo de sentimientos que mece una guitarra, regalando acordes. Las personas están ofuscadas en un tremendo barullo de gritos y de consejos aprendidos que rechazan antes de que nadie los pronuncie.
Te escuché por primera vez hace un año, aproximadamente. Hace unos meses, en Ítaca, te vi en directo y te escuché más y mejor. Creo en tu idea de “Conexión”, en tu concepto de la suerte, de la vida, y creo, por supuesto, en tu teoría de la Isla. Las Islas. Esas islas que nos alejan por un segundo del mundo y nos llevan a ese sitio tan nuestro donde nadie nos juzga, donde sólo estás tú y alguien, un alguien que te hace la vida llevadera, alguien del que puede estés enamorado o puede que no, alguien sea poco o mucho, te oxigena.
Las conexiones, las islas, el temblar de las miradas y las manos, el postor de unas piernas, el eco de los tiempos que pasan y que llegan, en esta vorágine de locura y sentimiento que algunos llevamos por norma en los bolsillos de la piel. La noción de que un corazón no puede medirse en base a los corazones que dejó en el camino sangrando a borbotones, los noviembres cargados de lluvia e historias que parece que el agua arrastró olvidando una parte. Eso que esconden las entretelas semitransparentes de una aventura, de un cuerpo. Las afonías ingrávidas y la verdad de que la vida es toda una canción. Este párrafo, en verdad, lo has escrito tú, yo solo escuchaba.
Crea que la vida, al ser esa canción íntima e individual, de cada uno, siempre puede mejorar. Pues, como todo, hay canciones mejores y otras horribles. Hay canciones que tocan algo, bien adentro y otras que hacen vomitar. Y es por eso, que las personas deberían mejorar, día a día su creación, hasta hacerla mejor que la primera y la anterior versión, hasta lograr encontrar su melodía, su letra, su conjunto adecuado. Yo lo intento. Sé que tú también. Esa guitarra que parece tu apéndice lo lleva grabado a base de rasgueos.
Y tú, acertado, te preguntarás, qué narices me está intentando decir esta mujer. Pues esta pesada que escribe solo te quiere recordar algo, que seguro no olvidaste nunca del todo. Sigue emocionando con tu emoción por la música. Sigue hablando de esas islas que poca gente visita y de los ecos que poca gente escucha.

Cuando el suelo está mojado, el sol se refleja mejor. Un grandísimo abrazo.

PD: En Murcia, debería haber un metro.


1 comentarios:

Óscar Sejas dijo...

:-) Siempre he pensado que Fran acaricia las cuerdas de la guitarra como se debería acariciar también a las personas. Es la única explicación que le encuentro a la magia que hay en todas sus canciones.

Muy grande, más bien enorme, como bien lo describes en el título.

Un tipo que consigue con sus "nananás" que dos horas de concierto se te pasen en un suspiro.

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