jueves, 9 de febrero de 2012

Mi Desván




En mi desván hay millones de cosas,
 adicciones,
 asombro
y preguntas absurdas.

Caras que no conozco.
Billetes a un mar oscuro.
Dudas de usar y tirar
y Brújulas sin rumbo.

Principitos  de bolsillo,
una mirada oxidada
canciones sobre la patria y
guindillas confitadas.

Camaleones de plástico,
sonrisas enmarcadas
dibujos de tema fantástico
 y arañas civilizadas.

Tonterías, varias.
Contigos y sin tís en lata.
Leyendas de tierras lejanas.
Casitas de muñecas.
Sabores que no saben a nada.
Teletransportadores en desuso
y polvo de hadas.

Esponjas de baño
Azúcar rancio,
pasas arrugadas por el agua de la ducha.
Restos de un quizás.

Cuchillos de goma espuma
Para aprender a luchar
Pájaros amarillos
Que me enseñen a volar.

Hay mucho que ver.
Demasiado que ocultar.


 




Yo te abrazo. Tú me abrazas. Nos abrazamos.



Te abracé.
Me abrazabas.
El otoño acababa de empezar.

Las hojas caían arrastradas
Por un viento torrencial.

Me abrazabas.

Susurraste algo en mi oído
No entendí más que tus nervios
muertos de miedo al tocarme.

Te abracé.

El silbido de tus sienes
me sacó de dudas,
De mis tonterías,
Borró mis fantasmas
de miedosa compulsiva.

Me abrazaste.

Nervios.
Tensión.
Calor.

Nos abrazamos.


Cardenales




Camíname despacito,
no resbales en mis pecas.

Recórreme suavecito, con los dientes.
Cómeme a destiempo.
Aráñame a caricias.

Desentierra ese fuego
 que apagaron otros.

Duerme en mis moteles.
Sube a mis trenes de fuego  y calor,
que vamos a arrancarle a la vida el aliento
Para morir esta noche.

Malhiriéndonos.

Fotomatón



 

Llenos de risas, metidos en aquel cubo de luz.
Grabé todos tus gestos.
Nos metimos mano esquivando al tiempo.
Descontamos noches.
Volamos sin viento.
Cantamos a grito pelado, soñando despiertos

Cada foto era un verso.
Cada flash mil recuerdos.
Cada segundo un portazo
que hoy derriba mis cimientos.

Ahora paso cada día
por aquel fotomatón,
donde las fotografías brotaron de un corazón.
Se nos acabó el carrete.

Y quizá me arrepentiría,
de aquella tarde de abril,
si pudiera en la cabina
ver a alguien más que a ti. 




Al enorme Fran Fernández.



"Este libro más tuyo, aunque lleve mi daño o las horas enfermas en los bares perdidos, y he perdido en los trenes, de Noviembre a Noviembre"

No creo que sea cuestión de que la gente te oiga, sino de que te escuche. Y el problema es que la gente de este siglo no sabe hacer eso, la mayoría. No ha acostumbrado el oído al murmullo de sentimientos que mece una guitarra, regalando acordes. Las personas están ofuscadas en un tremendo barullo de gritos y de consejos aprendidos que rechazan antes de que nadie los pronuncie.
Te escuché por primera vez hace un año, aproximadamente. Hace unos meses, en Ítaca, te vi en directo y te escuché más y mejor. Creo en tu idea de “Conexión”, en tu concepto de la suerte, de la vida, y creo, por supuesto, en tu teoría de la Isla. Las Islas. Esas islas que nos alejan por un segundo del mundo y nos llevan a ese sitio tan nuestro donde nadie nos juzga, donde sólo estás tú y alguien, un alguien que te hace la vida llevadera, alguien del que puede estés enamorado o puede que no, alguien sea poco o mucho, te oxigena.
Las conexiones, las islas, el temblar de las miradas y las manos, el postor de unas piernas, el eco de los tiempos que pasan y que llegan, en esta vorágine de locura y sentimiento que algunos llevamos por norma en los bolsillos de la piel. La noción de que un corazón no puede medirse en base a los corazones que dejó en el camino sangrando a borbotones, los noviembres cargados de lluvia e historias que parece que el agua arrastró olvidando una parte. Eso que esconden las entretelas semitransparentes de una aventura, de un cuerpo. Las afonías ingrávidas y la verdad de que la vida es toda una canción. Este párrafo, en verdad, lo has escrito tú, yo solo escuchaba.
Crea que la vida, al ser esa canción íntima e individual, de cada uno, siempre puede mejorar. Pues, como todo, hay canciones mejores y otras horribles. Hay canciones que tocan algo, bien adentro y otras que hacen vomitar. Y es por eso, que las personas deberían mejorar, día a día su creación, hasta hacerla mejor que la primera y la anterior versión, hasta lograr encontrar su melodía, su letra, su conjunto adecuado. Yo lo intento. Sé que tú también. Esa guitarra que parece tu apéndice lo lleva grabado a base de rasgueos.
Y tú, acertado, te preguntarás, qué narices me está intentando decir esta mujer. Pues esta pesada que escribe solo te quiere recordar algo, que seguro no olvidaste nunca del todo. Sigue emocionando con tu emoción por la música. Sigue hablando de esas islas que poca gente visita y de los ecos que poca gente escucha.

Cuando el suelo está mojado, el sol se refleja mejor. Un grandísimo abrazo.

PD: En Murcia, debería haber un metro.


 

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