domingo, 22 de enero de 2012

Vuelvo a casa un viernes tarde-noche...

Salir un viernes y ver tantas manos cogidas,
tanto tonteo absurdo y encantador, 
tantas promesas probablemente incumplidas, 
canalillos indiscretos disfrazados de sonrisas,
me hace pensar en qué es de mi vida.

Fijarme en como se miran,
en como se hablan 
los que pasean por Gran Vía, 
los que he de suponer que aman.  

Me hace gracia. 
Todo es tan malditamente supuesto. 
No puedo afirmar, un todo o nada. 

Soy fan del amor, 
aunque lo niegue,
soy fan de los besos,
aunque no me arriesgue. 

Es un quiero y no puedo.
Un puedo y quiero. 
Pero paro en seco. 
Escudo protector alerta contra tus mareas. 
Contra tus ganas de correr. 
Soy un polizón en tu cometa. 
No pienso dejar de pisar la tierra firme que tanto amo por volar contigo
para estrellarme, 
cayendo al vacío, 
sin nadie que me levante. 
No tiene sentido. 
Y qué.
Así es más divertido, 
¿no crees? 
No. Yo tampoco lo creo,
pero de algo tengo que agarrar
un poco de ganas de sentir. 

Malditos viernes de enero, 
con sus besos y sus ganas, 
se me han clavado de lleno,
sin que la marca se vaya. 


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